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lunes, 4 de febrero de 2013


CORTICATA


A veces tenemos libros en nuestras casas, a los que hemos dado una primera y rápida lectura y después han pasado a formar parte de esa biblioteca que utilizamos para consultar cuando estamos indagando sobre un tema concreto.
Eso me ha ocurrido con la “Choropraphia del Convento Juridico de Sevilla o antigua Chancilleria”, que Rodrigo Caro publicó en 1634 y que escribe, dice él, para que no desaparezcan con el tiempo, sus impresiones sobre la poblaciones que componía este entorno jurídico y que el autor recorrió personalmente.
Este libro, a los que queremos ampliar nuestros conocimientos sobre nuestra vieja Huelva, nos es de mucha utilidad, porque una parte de nuestra actual provincia,  perteneció al Arzobispado de Sevilla en la antigüedad y aquí difícilmente podemos conseguir documentaciones de aquella época.
Mi primera intención ha sido localizar los datos que se refieren a Cortegana, población donde tuve la suerte de nacer hace años, y los encuentro en las paginas finales del libro III en el capitulo LXXX.
Al parecer, el nombre de esta villa  desciende de alguna corrupción del antiguo apellido Corticata y que Ptolomeo, situa en los pueblos Turdetanos de la Betica.
Los vecinos de Cortegana le dijeron que fue fundada por el Caballero Don Pedro Domingo, que habiéndole sucedido una desgracia en la Corte del Rey, por un agravio, se retiró a este sitio y fundó el Castillo que hoy tiene y fue su primer alcaide, defendiéndole de los portugueses, en aquel tiempo enemigos de los castellanos. Rodrigo Caro cree que la anterior narración de la fundación de Cortegana, es sospechosa de ser una fabula.
En la época a que se refiere el libro, tenía Cortegana cuatrocientos vecinos y por ser sus terrenos muy duros, no eran adecuados para labores agrícolas y si para explotaciones mineras. También se daba muy bien la miel.
Era natural de Cortegana, el que fue Inquisidor Apostólico en tiempo de los Reyes Católicos y  Arcediano de la Iglesia de Sevilla, Diego López de Cortegana, de quien consta memoria en la puerta del Castillo de Triana, (donde primero estuvo la sede inquisitorial, hasta que unas inundaciones obligaron a trasladarla a casas particulares dentro de la ciudad ),y que hizo una importante traducción  del “Asno de Oro” de Apuleyo.
Aunque alguno de estos datos, son  ya conocidos, nos permitimos recordarlos para que se cumpla el deseo de Rodrigo Caro; “antes que desaparezcan y acaben en manos de este poderoso contrario, el tiempo” .
                             Ángel Custodio Rebollo                                                                                                                      

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